jueves, 15 de septiembre de 2016

Algo sobre "de qué va la cosa"


Gracias al blog de Abel nos encontramos con este estupendo artículo que habla, entre otras cosas, de globalización, geopolítica y especula con lo que se viene a nivel mundial.
Lejos del "davosito" rimbombante que padecimos estos días, la realidad mundial es mucho más complicada. Y no parece que pueda remontar. Simplificando podríamos decir que la economía mundial no crece desde 2009 y que seguirá por esa senda.
Acostumbrados al apagón informativo en nuestro país, son pocos los que se han dedicado a reflexionar sobre las conclusiones de la reciente reunión del G20 en China.
En este artículo, Paula Bach da un excelente pantallazo sobre lo que hay y lo que viene. El artículo fue publicado en La Izquierda Diario.
Es largo pero vale la pena sentarse a leer un ratito.

ECONOMÍA INTERNACIONAL

Robótica, productividad y geopolítica

Los temores del G-20 en Hangzhou. Fenómenos políticos y nuevos experimentos. Acuerdo Transpacífico, globalización, democracia liberal y autonomía nacional. Estados Unidos y China: tecnología y productividad.

Paula Bach


Hace unos días culminaba la reunión del G-20 en Hangzhou, China, concluyendo en su declaración que el año 2016 podría ser el más peligroso económicamente desde 2009. El organismo realizó múltiples advertencias entre las que resaltan el crecimiento de la desigualdad, el descenso o estancamiento del ingreso real de entre el 65 y el 70% de los hogares en las economías avanzadas, la inseguridad en el mercado laboral, la crisis mundial de refugiados sin precedentes, o el riesgo de una escalada proteccionista y la necesidad de señalar las “ventajas” de la globalización, entre muchos otros. Entre tantas apreciaciones más o menos esperables, llama la atención la referencia simultánea tanto a la debilidad de la inversión y la productividad en “algunos países” –léase, los centrales- como a la necesidad de enfrentar una “próxima revolución de la producción”.

Esta esquizofrenia discursiva es en gran parte reflejo de la “esquizofrenia empírica” que combina extraordinarios avances tecnológicos con un alarmantemente débil incremento de la productividad durante los últimos años. Como desde variados ángulos abordamos en diversos artículos, mucho tiene para decir la profundidad de la crisis capitalista mundial en curso respecto del dualismo que enfrenta a la productividad con la tecnología en general y con la robótica en particular. Esta contradicción –un hecho a la vez no ordinario pero tampoco original en la historia– es manifestación del carácter extraordinario del estancamiento económico que se desarrolla ante nuestros ojos.

Fuera de lo común (la ortodoxia y lo extraordinario)

Analizábamos hace algún tiempo en Estancamiento secular, fundamentos y dinámica de la crisis, diversas características que permiten conjugar el proceso que se inició en 2008 con las más grandes convulsiones económicas de la historia del capitalismo. Mencionábamos allí como definición más general que mientras la crisis actual destaca por lo que tiene de específico y original, comparte con aquellas de 1873, 1929 o 1970, la particularidad de estar llamada a trastocar la anatomía mundial en términos tanto económicos como políticos y geopolíticos. En algunos aspectos –y como suele suceder- la realidad nos sacó ventaja, proporcionando nuevos argumentos.

Como también planteamos desde esta columna, una crisis no catastrófica pero persistente acabó derivando en nuevos fenómenos políticos que podrían –al menos en el mediano plazo- desbaratar la estratagema de las “elites dirigentes” que bastante pericia mostraron en la administración de la crisis durante los últimos años. En un sentido Donald Trump y Bernie Sanders, pueden interpretarse como símbolos anticipatorios de una eventual y futura necesidad de políticas más “radicales” que el actual gradualismo ordenado del establishment. Entre ellas, experimentos bonapartistas de derecha o posibles “new deals”.

No puede descartarse que una mutación en la gestión de la crisis termine derivándose no de una nueva catástrofe económica directa –nunca descartable- sino de las consecuencias políticas de casi ocho años de estancamiento. La letanía poco convincente del G-20 respecto de la ineficacia de las políticas monetarias y la necesidad de poner en práctica medidas urgentes que estimulen la demanda, incluyendo obra pública, fin de la austeridad y aumentos salariales, adquiere el formato de un discurso preventivo.

Concomitantemente los efectos larvados de una economía estancada transformados en nuevos fenómenos políticos -cuyo desarrollo alcanzó velocidad de crucero durante el último año- tienen consecuencias sobre las relaciones interestatales. La crisis de los tratados comerciales que se expresa tanto en las negociaciones post Brexit como en las turbulencias en Estados Unidos alrededor del Acuerdo Transpacífico (TPP), promete repercutir sobre la geopolítica y otra vez sobre la economía. El TPP que busca agrupar al 40% de la economía mundial excluyendo a China y manteniendo la influencia norteamericana en el Pacífico es considerado el pivote del giro asiático de Obama. Es visto a su vez como un factor de agudización de los efectos desindustrializadores y deslocalizadores de la globalización en tanto busca nuevas ventajas externas para las multinacionales norteamericanas destruyendo puestos de trabajo, reduciendo salarios y rebajando aún más la calidad del empleo en Estados Unidos. Justamente la oposición a este acuerdo es un puntal de la campaña de Trump, fue un eje de la de Sanders y obligó a Hillary a prometer que acabaría con el tratado, contra su programa original.

Un reciente artículo de Financial Times advierte que una ocasional presidencia de Donald Trump podría provocar la reestructuración del poder en Asia y una reconfiguración geopolítica. Un mayor aislacionismo norteamericano podría empujar a sus aliados a los brazos de China, principal rival de Trump. Los autores señalan que Tokio y Seúl se preparan para enfrentar los cambios que vendrán después de las elecciones estadounidenses. Cambios asociados fundamentalmente a un incremento de los gastos de defensa y la posible defunción del Acuerdo Transpacífico que según ciertos analistas –que por su puesto buscan influir políticamente- podría significar el fin de la globalización liderada por Estados Unidos. Quizá lo más interesante del artículo arriba mencionado es la afirmación de que incluso una victoria de Hillary –altamente probable a pesar del nuevo repunte de Trump, agregamos- podría acelerar estos cambios y que más allá de que Trump sea o no elegido presidente, el lado oscuro del aislacionismo seguirá infiltrando la política estadounidense pudiendo volverla más cerrada.

En un sentido más “ideológico” se pronuncia Martin Wolf en consonancia con las declamaciones utópicas del G-20 que bregan por un equilibrio entre los derechos de los inversores internacionales, los de los Estados y otras partes involucradas en lo que hace a acuerdos sobre comercio e inversión. Wolf vincula bien política y geopolítica señalando las incompatibilidades entre democracia liberal, autonomía nacional y globalización económica, sobre todo en momentos en que –como dice- un brebaje envenenado de incremento de la desigualdad y disminución del crecimiento de la productividad vuelve a la democracia intolerante y al capitalismo ilegítimo. Las migraciones masivas como factor común de la globalización resultaron -en la visión de Wolf- responsables de los mayores conflictos entre las libertades individuales y la soberanía nacional, creando fricciones entre la democracia nacional y las oportunidades de la economía global. Algo de esto analizamos desde esta columna conceptualizándolo como fracaso del éxito neoliberal.

Wolf teme por el matrimonio entre democracia liberal y capitalismo global y advierte sobre el mayor fantasma de lo que en una suerte de reedición de los escenarios de los años ’30, podría dar lugar a aquello que define como un “capitalismo nacional controlado”. En su afán por salvar el par democracia liberal/capitalismo global, retorna a la cuestión de los tratados comerciales preguntándose un tanto retóricamente si vale la pena promover nuevos acuerdos internacionales que repriman las regulaciones nacionales en favor de las corporaciones existentes. Acordando con un consejo de Summers, recomienda priorizar el “poder de los ciudadanos” frente a la “armonía creada” o las “barreras derribadas”. Remata sentenciando que no se pueden perseguir a toda costa las ganancias que produce el comercio. O sea, moderación y una suerte de propaganda “aislacionista” preventiva o alguna concesión a la “autonomía nacional”, para salvar el globalismo…

China: entre la geopolítica y la robótica

A todo esto, en el terreno de las alianzas geopolíticas las hipótesis de realineamientos abundan en Siria –otra de las mayores preocupaciones del G-20- como el “salón de baile” en el que empiezan a probarse nuevas y aún indefinidas relaciones peligrosas. Dentro de esas hipótesis –entre las que se inscribe la escalada de un nuevo escenario de guerra fría ruso norteamericana- hay quienes especulan que desde el ascenso al poder del reformador liberal Xi Jinping, China estaría abandonando la aversión a la intervención militar en conflictos extranjeros. Analizamos reiteradas veces los problemas de la transición china y su relación con el bajo crecimiento global que desde hace dos largos años tienden a convertirla de un salvoconducto para los capitales excedentes del mundo desarrollado en un competidor por los espacios mundiales de acumulación.

La necesidad de abandonar un sistema trabajo-intensivo, incrementando la tecnificación, la robótica y la productividad, tiene dos vertientes y dos objetivos. Se deriva tanto de los límites externos del “modelo exportador” de productos de bajo valor agregado como de la pérdida relativa de la ventaja salarial y la -también relativa- escasez interna de mano de obra. Los objetivos se sintetizan por un lado en la necesidad de un giro ofensivo en la captación de nuevos mercados tanto para la producción -utilizando mano de obra barata en el exterior- como para la realización de mercancías y la adquisición de tecnología. Y, por el otro, en la necesidad de crear una base nacional de consumo lo suficientemente amplia.

En última instancia y en términos marxistas, se trata de la meta combinada de incrementar la obtención de plusvalía absoluta afuera y de plusvalía relativa al interior de China. Cuestión esta última que –además del disciplinamiento de la fuerza de trabajo- permitiría el aumento concomitante de ganancias y salarios reales a costa de la reducción del salario relativo. Consiste en el dificultoso intento de forjar la base social de franjas obreras comparativamente bien pagas –condición necesaria de toda nación imperialista- que en los países centrales se debilita progresivamente poniendo en cuestión el statu quo vigente. Dicho más prosaicamente: China ansía conquistar internamente lo que Estados Unidos y el Reino Unido están perdiendo y que ya arrojó la aterradora consecuencia del vertiginoso ascenso de Trump, el UKIP, el ala ultraderecha del Partido Tory y en definitiva, el Brexit.

En el último tiempo, como señala otra nota de Financial Times, el gobierno chino está promoviendo la automatización y en 2014 Xi Jingping reclamó una “revolución robótica” encaminada a transformar “a China y al mundo entero”. Pero los contrastes en este campo –como en todos- resultan conmovedores en el gigante asiático. China poseía en 2015 alrededor de 36 robots cada 10.000 trabajadores industriales según la Federación internacional de la robótica (FIR).

Esto significa una concentración de robots 14 veces menor que la de Corea del Sur, 10 veces menor que la de Alemania y alrededor de 2,5 veces menor que la de Estados Unidos. Sin embargo y también según Financial Times, desde 2013 China habría estado adquiriendo más robots industriales por año que ningún otro país, incluidos los gigantes de fabricación de tecnología high-tech como Alemania, Japón y Corea del Sur. De acuerdo a la FIR, en el curso de este año China superaría a Japón como mayor operador de robots industriales del mundo, haciendo gala de un ritmo de cambio “único en la historia de los robots”.

La necesidad de incrementar la productividad exige a su vez transformar en parte la fisonomía y el destino de los capitales chinos, privilegiando la adquisición de tecnología por sobre la de materias primas. En pos de la consecución de este objetivo y según otro artículo de Financial Times, Alemania se está convirtiendo en el principal blanco chino en la búsqueda tecnológica. En lo que va de 2016 China adquirió casi tantas empresas alemanas como en todo el año 2015 y entre el 35 y el 40% de la inversión en Alemania durante el año en curso provino de China.

Recientemente tras la conmoción de la elite política alemana, la aparente insatisfacción de Merkel y múltiples idas y vueltas, la empresa china de electrodomésticos Midea terminó adquiriendo –en lo que representó la mayor adquisición china de una empresa alemana- el 95% de las acciones de Kuka, una de las empresas de ingeniería más innovadoras del país, la más conocida por la utilización de grandes robots industriales en la fabricación de autos y aviones –según Financial Times- y que está incursionando además en máquinas más inteligentes para enviar y recibir datos desde la nube y conectar con “Internet de las cosas”. Antes de la compra de la mayoría accionaria, Kuka acababa de lanzar al mercado el robot estrella Liwa, un “asistente inteligente de trabajo industrial” que hasta es capaz de servir un vaso de cerveza o preparar una tasa de café.

La necesidad china de captar tecnología, conquistar nuevos mercados, reconvertir la economía contrayendo el crecimiento –sin caer demasiado- y lograr una mayor injerencia internacional en el terreno político y militar, se verá en gran parte condicionada al menos por dos factores. Por un lado, las múltiples contradicciones acumuladas –entre ellas un crecimiento de la deuda privada en un 70% con respecto al PBI entre 2007 y 2014- que impiden excluir la posibilidad de un estallido interno. Por el otro, el giro está en buena medida sujeto al nuevo mapa geopolítico en curso de configuración, una parte significativa del cual resultará influenciado por las derivaciones políticas de casi ocho años de estancamiento económico como señalamos más arriba. En lo inmediato y como consecuencia del Brexit, el proyecto conjunto chino-británico con inversión china para construir la central nuclear Hinkley Point, quedó momentáneamente bajo revisión. El proyecto es la estrella de la nueva relación entre China y el Reino Unido y es fundamental para una mayor presencia militar internacional del gigante asiático. Habrá que ver cómo se desarrolla el próximo capítulo ya que muchas voces señalan que luego de la salida de la Unión Europea la relación comercial entre el Reino Unido y China suena clave. Y, por otra parte, muy distinto será el escenario si China sufre un cerco con el Acuerdo Transpacífico que si una eventual defunción del TTP le otorga más aire para avanzar.

Paradojas globales

Volviendo al inicio y sólo para apuntar una líneas de lo que profundizaremos en una próxima entrega, parece impensable abordar la brecha entre innovación tecnológica y productividad, independientemente del actual entramado múltiple de la economía, la política y la geopolítica, que la condiciona. La paradoja de la globalización, la democracia liberal, el Estado y las consecuencias de la crisis -que tan bien describe Martin Wolf- es en realidad el sustrato de la paradoja entre las nuevas tecnologías y la productividad.

Las magras oportunidades para la acumulación del capital en Estados Unidos que explican el proceso de deslocalización –tratados de libre comercio, incluidos- y por tanto, la escasa inversión interna, exigen imperiosamente la obtención de nuevo “espacio virgen” y fuentes externas de mano de obra barata. Por lo que un proceso de inversión en territorio nacional que permita la aplicación en gran escala de las nuevas tecnologías, sustrato único de un incremento enérgico de la productividad, resulta inimaginable en la situación actual de la economía norteamericana. Se trata de una paradoja bastante insalvable -por ahora- aunque esta “normalidad” se está volviendo indigerible y opone de forma casi explícita las necesidades del capital con los intereses de la base social que le da sustento. La contradicción hace pensar la necesidad/posibilidad –en el mediano plazo- de un giro político frente a la gestión de la crisis económica, cuestión que explica los temores de Wolf de escenarios similares a aquellos de los años ’30. Si –al menos por ahora- y como planteamos en La “furia populista” que conmueve al mainstream, el discurso de Trump rebalsa de demagogia discursiva porque no expresa los intereses inmediatos del gran capital “globalizado”, el desarrollo de aquella contradicción está llamada a crear nuevos escenarios. Y es importante señalar que sólo hipotéticos experimentos de mayor “control” estatal sobre el capital podrían proponerse una resolución del aparente contrasentido entre avance tecnológico y productividad. Aunque por lo que nos dice la historia y como muy bien lo expresa Robert Gordon en su mirada retrospectiva de Ascenso y caída del crecimiento americano, sólo el poder de la Segunda Guerra Mundial cerró contundentemente la brecha entre desarrollo tecnológico y productividad manifiesta a lo largo de las décadas del ’20 y el ‘30. Como ya alertamos, dedicaremos a este asunto una próxima entrega.

En el caso de China un salto cualitativo en la tecnificación, la “robótica” y la productividad –amén de los condicionamientos señalados en el apartado anterior- resulta inimaginable desligado de la exportación de capitales, la conquista de nuevos mercados, la captación de fuentes de tecnología o la transformación de su estructura productiva. El llamado “giro al mercado interno” es complementario de la exportación de capitales, lo cual significa que el objetivo de superar la baja productividad endémica, discurre en paralelo con la necesidad de conquistar nuevos espacios en el mundo para enfrentar lo que empieza a manifestarse como problemas de sobreproducción y sobreacumulación. Xi Jinping lo expresó con toda claridad: “No sólo tenemos que actualizar nuestros robots, también tenemos que capturar mercados en muchos lugares”. Una suerte de trilogía entre robótica, productividad y –probablemente- mayor militarismo, inescindible de la profundidad de la crisis económica y sus derivaciones políticas y geopolíticas. Por algo la voz de mando de la “revolución robótica” acompaña la conversión de China en un competidor por los espacios mundiales para la acumulación del capital.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Los ricos argentinos no tienen vergüenza (2)

Cuando los ricos argentinos no permitan esto capaz que vuelvo a creer en ellos.

A los ricos argentinos no les importan las riquezas de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja San Juan, Mendoza, Neuquén, Chubut y Santa Cruz.

A los ricos argentinos lo único les importa es a cuanto está el kilo de novillo, la tonelada de soja, o la cotización del dólar.

Y los ricos argentinos no viven cerca del ganado, no diferencian un grano de soja de un poroto cualquiera, pero si saben que un dólar vale más que un peso. Aunque eso sea mentira.

Yo como pobre argentino, me avergüenzo de los ricos argentinos, no me defienden, no me ayudan, no piensan en mi como un posible igual, yo como pobre argentino, reitero, me avergüenzo de mi ricos.

Cuando los ricos argentinos se sientan con los ricos del mundo dicen: podemos alimentar a 400 millones de personas.

Y, yo me pregunto, cómo tienen el estómago para dejar sin comida a más del 25% de los argentinos.

Los ricos argentinos, no tienen vergüenza...

Si sos idiota te lo traduzco...

EVOLUCION DE LA DESNUTRICION EN LA DECADA GANADA

La realidad se puede tapar o se puede hacer tapa.

Un estudio realizado por investigadores del CONICET en el cual participaron biólogos, informáticos, estadísticos y matemáticos es categórico sobre la mejora nutricional de los niños. El estudio se  encuentra publicado en un la American Journal of Public Health,[1] una de las revistas de salud pública más prestigiosas del mundo.

En la Cumbre Mundial sobre Alimentación de 1996, se acordó que existe seguridad alimentaria “cuando todas las personas tienen acceso en todo momento, ya sea físico, social, y económico, a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para cubrir sus necesidades nutricionales y las preferencias culturales para una vida sana y activa”. En esta definición se encuentran involucradas tres grandes dimensiones: disponibilidad, estabilidad y accesibilidad. La disponibilidad hace referencia a la cantidad de alimentos que existen en un país. La estabilidad hace referencia a que la seguridad alimentaria debe ser una situación que ocurra de forma permanente y sostenible. La accesibilidad se refiere a la capacidad de los individuos para adquirir la cantidad y calidad adecuada de alimentos. Esta situación se ve fuertemente condicionada por los ingresos, los precios de los alimentos y el funcionamiento del mercado. En Argentina se cumplen todas las condiciones menos el acceso equitativo a los alimentos. A pesar de existir disponibilidad y estabilidad de los mismos, el acceso es inequitativo.

El retraso en el crecimiento (baja talla) y el bajo peso (bajo peso para la edad) afectan el potencial de los niños para lograr un crecimiento y desarrollo completo, y son una de las principales formas en que la desigualdad y la inequidad se expresan. El retraso en el crecimiento es la forma más frecuente de desnutrición en el mundo y es el mejor indicador de desigualdad en salud infantil. La desnutrición influye sobre el 45% de la mortalidad infantil en menores de 5 años. Cabe señalar que la mortalidad es la “punta del iceberg”, ya que si bien es un indicador fundamental, es más aguda y extrema. El retraso en el crecimiento durante la gestación y la infancia (primeros años) es considerado uno de los principales problemas de salud pública por afectar de forma penetrante y continua el potencial de desarrollo de los individuos y las sociedades.

Sucesivos programas creados durante los gobiernos de Néstor y Cristina colaboraron en la reducción de la mortalidad infantil y patologías asociadas. Distintas estrategias de fortalecimiento de la atención primaria de la salud consolidaron un modelo con mayor equidad en el acceso a la salud. Sinérgicamente, la inscripción de los beneficiarios a Asignación Universal por Hijo (AUH) y Asignación Universal por Embarazo (AE) en el Programa SUMAR era un requisito obligatorio, creando así un círculo virtuoso incentivando la demanda, brindando cobertura efectiva y fortaleciendo la accesibilidad a la población más vulnerable. La información generada desde el primer nivel de atención se convirtieron en un insumo de evaluación de impacto e investigación, sumando un importante valor agregado para transformar la información en conocimiento.

Este estudio analizó resultados e impacto sobre el crecimiento y desarrollo infantil del fortalecimiento de  la estrategia de atención primaria. Entre los años 2005 y 2013, más de 13 millones de registros provenientes de controles de salud correspondientes a más de 1,4 millones de niños menores de 5 años fueron sistemáticamente registrados en más de 6500 centros de salud en todo el territorio nacional. Esto proporcionó un gran volumen de información, con amplia cobertura de las poblaciones más vulnerables y con altísima calidad y valor científico. Un análisis sin demasiados precedentes en la región y el mundo. A partir de esta información, aplicando modelos estadísticos y epidemiológicos se estimó la evolución de la prevalencia del retraso en el crecimiento y el bajo peso en los niños con cobertura pública de salud.

Como principales resultados se observó que la prevalencia de la retraso en el crecimiento (baja talla) se redujo un 45% (de 20,6% a 11,3%), donde disminuyó la prevalencia del retraso en el crecimiento en casi 5 de cada 10 niños (Figura 1). Por otro lado, la prevalencia de bajo peso disminuyó un 38% (del 4% al 2,5%) (Figura 2). Se observaron tendencias similares decrecientes en las 5 regiones del país. En términos absolutos esto significa por ejemplo el aumento de 1 cm en la estatura de los niños y niñas de 3 años.

Además, si bien se redujo el bajo peso en las 5 regiones del país, también disminuyó la diferencia entre ellas, donde las regiones de NOA y NEA eran las más desfavorecidas (Tabla 1). La mejora en estos indicadores se observó sostenida durante todo el período y a todas las edades estudiadas.

Por todo esto es llamativa la información publicada en Clarín[2] a partir del observatorio de la Deuda Social Argentina que marca que hay un 20% de la población infantil con “inseguridad alimentaria”, que si bien no es lo mismo que la desnutrición en el artículo lo asume como sinónimos. No sólo no especifica la metodología del cálculo sino que además en el texto de la nota reconoce que la “inseguridad alimentaria total siguió una tendencia general positiva en los últimos cinco años (2010-2015)”.

En síntesis, la importantísima disminución de la desnutrición en nuestro país a los niveles históricos más bajos no sólo se corrobora en los barrios sino también que está sólidamente descripta y evidenciada en las revistas científicas. Las razones de este este progreso, probablemente exceden exclusivamente a la aplicación de los programas de salud, sino que también son producto de un período de crecimiento económico y desarrollo con inclusión, que dio lugar a una fuerte disminución de los niveles de pobreza e indigencia, a una mejora en la distribución funcional del ingreso e incremento en los niveles de empleo, a mejoras en el acceso al agua potable, la higiene y el saneamiento, la incorporación de nuevas vacunas al calendario de vacunación pública gratuita, entre otras políticas implementadas en la última década.

[1] http://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2016.303056?url_ver=Z39.88-2003&rfr_id=ori%3Arid%3Acrossref.org&rfr_dat=cr_pub%3Dpubmed

[2] http://www.ieco.clarin.com/economia/kirchnerismo-chicos-sufrio-problemas-nutricion_0_1646235549.html

IMG_2207

martes, 13 de septiembre de 2016

Los ricos argentinos no tienen vergüenza

Los ricos argentinos son avaros.

Les encanta demostrar su poder sin tener que gastar demasiado.

Les gusta tirar manteca al techo en París, pero nunca lo harían en Buenos Aires.

A los ricos argentinos les importa más ostentar su poder que ejercerlo.
Los ricos argentinos no invierten, especulan.

Porque en general los ricos argentinos son todos herederos.

No tuvieron que tomar la decisión de exterminar los indios, de exterminar las resistencias federales (gauchos), los ricos argentinos son pobres niños ricos.

Los ricos argentinos no tienen honor, te firman cualquier cheque si los apuntas con un arma.
El arma puede ser una 45, una k47 o la tapa del diario.

A los ricos argentinos les encanta que seamos pobres, les encanta que le pidamos cosas.

A los ricos argentinos les encanta la beneficencia, les gusta que pongamos en evidencia su riqueza,sin tener ellos que ostentarla.

Los ricos argentinos, no son argentinos, son ricos y eso es lo que lo diferencia de los ricos norteamericanos, de los ricos franceses, de los ricos alemanes, de los ricos japoneses, de los ricos de todo el mundo.

Los ricos argentinos son nuestra vergüenza.

Porque a los ricos argentinos les importa un pito la patria.

No se avergüenzan de poder alimentar a 400 millones de personas y tener hambre en su suelo.

No se avergüenzan de tener su riqueza afuera de su país.

No se avergüenzan de que cada vez que gobernaron sumieron al pueblo en la pobreza.

No, los ricos argentinos son sólo herederos. Y los herederos no valoran a sus antepasados.

Hoy no tiran manteca al techo, pero les importa un carajo que el vecino de al lado no pueda pagar la luz.

Sinceramente, los argentinos no nos merecemos ser ricos...
qué les voy a decir...

La discusión verdadera es: solidarios o "arreglate como puedas"


Lo que vamos a discutir en estos días en las audiencias públicas por la tarifa del gas no es precisamente el precio del gas.

Podríamos decir incluso que el precio del gas es irrelevante.

La discusión más profunda y la más importante tiene que ver con el modelo de país que nosotros queremos tener.
En realidad lo que estamos por discutir es si queremos un país solidario en el cual a través de los subsidios entre todos paguemos el costo de los servicios públicos o queremos un país individualista,
un país insolidario, un país en el cual "arreglate como puedas".

Por eso es realmente tonto discutir si pagamos las tarifas más altas del mundo, si pagamos las tarifas más bajas, para la mayoría de nosotros, incluso, no tiene mucho sentido conocer cuánto es el costo del gas en boca de pozo porque lo que estamos discutiendo es si dejamos de cobrar impuestos y esas tarifas dejan de tener subsidio y como decíamos antes "arréglate como puedas".

El tema sigue siendo si queremos un país donde un empresario que no cuenta con el apoyo del Estado y ve que las importaciones arruinan su negocio se encuentra conque todos le dicen "arréglate como puedas".

Hace más de 20 años en la época de Carlos Menem se habló mucho de la reconversión, se habló mucho de que los industriales, los productores todos tenían tenían que reconvertirse para estar a la altura de un mundo nuevo. Esa reconversión tenía un costo y no todos lo pudieron llevar a cabo como bien se vio en su resultado. En una oportunidad en un reportaje a un hombre que por entonces militaba en el radicalismo: Ricardo López Murphy se le preguntó, precisamente, que iba a pasar con aquellos que  por diversas cuestiones no habían podido reconvertirse.

La respuesta me dejó helado por dos motivos: primero porque de un ondazo me bajó 'de una' a la cruda realidad y segundo porque yo nunca había conocido un radical que contestara como un conservador.

López Murphy simplemente dijo "esa gente ya está fuera del sistema".

Insisto, el tema del precio el gas es irrelevante.

Lo que estamos discutiendo y lo seguiremos haciendo con otros temas es el modelo de país que queremos: un país solidario o…

"arreglate como puedas…"

El Coso de al Lao

sábado, 3 de septiembre de 2016

Franco Macri: nuestro presidente

Los chinos dejaron en claro que el Macri que tienen como interlocutor no es Mauricio el presidente sino su padre Franco, el embajador de negocios que los asiáticos tienen en Argentina.



El Jefe de Estado está en China para participar de la cumbre del G20 y los organizadores cometieron un sugestivo “error” en el protocolo. En el brochure de presentación de los mandatarios participantes de la cumbre, no aparece la foto de Mauricio sino la de Franco.

Al lado de la foto de Franco figura la de Michel Temer, el nuevo presidente brasileño que fue confirmado en su puesto tan sólo 48 horas antes.

El “error” de los chinos no parece una simple gaffe de un diseñador gráfico: Franco Macri está detrás de varios negocios que tienen o buscan cerrar China en Argentina, como los trenes del Belgrano Cargas y los micros eléctricos que quiere implementar el ministro de Ambiente, Sergio Bergman.

Por el contrario, el presidente argentino revisa todos los contratos que tienen los chinos en el país, como el de la construcción de las represas que la empresa china Gezhouba tiene adjudicadas en Santa Cruz y que el Gobierno no activa.

Es más, tal como adelantó LPO, Macri quiere incorporar en una parte sustancial de la obra pública a constructoras de Estados Unidos, el máximo competidor de los chinos en el mercado global.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El golpe a Dilma explicado en pocas palabras...


La tragedia brasileña

Leemos a Atilio Borón en Tecl@Eñe

Golpe en Brasil



El golpe en Brasil fue ideado y consumado por el tridente de la reacción: jueces, parlamentarios y medios de comunicación pusieron en marcha un proceso pseudo legal y claramente ilegítimo mediante el cual la democracia en Brasil, con sus deficiencias como cualquier otra, fue reemplazada por una descarada plutocracia animada por el sólo propósito de revertir el proceso iniciado en el 2002 con la elección de Luiz Inacio “Lula” da Silva a la presidencia.

Por Atilio A. Boron*
(para La Tecl@ Eñe)

Una banda de “malandros”, como canta el incisivo y premonitorio poema de Chico Buarque -“malandro oficial, malandro candidato a malandro federal, malandro con contrato, con corbata y capital”- acaba de consumar, desde su madriguera en el Palacio Legislativo de Brasil, un golpe de estado (mal llamado “blando”) en contra de la legítima y legal presidenta de Brasil Dilma Rousseff. Y decimos “mal llamado blando” porque como enseña la experiencia de este tipo de crímenes en países como Paraguay y Honduras, lo que invariablemente viene luego de esos derrocamientos es una salvaje represión para erradicar de la faz de la tierra cualquier tentativa de reconstrucción democrática. El tridente de la reacción: jueces, parlamentarios y medios de comunicación, todos corruptos hasta la médula, puso en marcha un proceso pseudo legal y claramente ilegítimo mediante el cual la democracia en Brasil, con sus deficiencias como cualquier otra, fue reemplazada por una descarada plutocracia animada por el sólo propósito de revertir el proceso iniciado en el 2002 con la elección de Luiz Inacio “Lula” da Silva a la presidencia. La voz de orden es retornar a la normalidad brasileña y poner a cada cual en su sitio: el “povao” admitiendo sin chistar su opresión y exclusión, y los ricos disfrutando de sus riquezas y privilegios sin temores a un desborde “populista” desde el Planalto. Por supuesto que esta conspiración contó con el apoyo y la bendición de Washington, que desde hacía años venía espiando, con aviesos propósitos, la correspondencia electrónica de Dilma y de distintos funcionarios del estado, además de Petrobras. No sólo eso: este triste episodio brasileño es un capítulo más de la contraofensiva estadounidense para acabar con los procesos progresistas y de izquierda que caracterizaron a varios países de la región desde finales del siglo pasado. Al inesperado triunfo de la derecha en la Argentina se le agrega ahora el manotazo propinado a la democracia en Brasil y la supresión de cualquier alternativa política en el Perú, donde el electorado tuvo que optar entre dos variantes de la derecha radical.

No está demás recordar que al capitalismo jamás le interesó la democracia: uno de sus principales teóricos, Friedrich von Hayek, decía que aquella era una simple “conveniencia”, admisible en la medida en que no interfiriese con el “libre mercado”, que es la no-negociable necesidad del sistema. Por eso era (y es) ingenuo esperar una “oposición leal” de los capitalistas y sus voceros políticos o intelectuales a un gobierno aún tan moderado como el de Dilma. De la tragedia brasileña se desprenden muchas lecciones, que deberán ser aprendidas y grabadas a fuego en nuestros países. Menciono apenas unas pocas. Primero, cualquier concesión a la derecha por parte de gobiernos de izquierda o progresistas sólo sirve para precipitar su ruina. Y el PT desde el mismo gobierno de Lula no cesó de incurrir en este error favoreciendo hasta lo indecible al capital financiero, a ciertos sectores industriales, al agronegocios y a los medios de comunicación más reaccionarios. Segundo, no olvidar que el proceso político no sólo transcurre por los canales institucionales del estado sino también por “la calle”, el turbulento mundo plebeyo. Y el PT, desde sus primeros años de gobierno, desmovilizó a sus militantes y simpatizantes y los redujo a la simple e inerme condición de base electoral. Cuando la derecha se lanzó a tomar el poder por asalto y Dilma se asomó al balcón del Palacio de Planalto esperando encontrar una multitud en su apoyo apenas si vio un pequeño puñado de descorazonados militantes, incapaces de resistir la violenta ofensiva “institucional” de la derecha. Tercero, las fuerzas progresistas y de izquierda no pueden caer otra vez en el error de apostar todas sus cartas exclusivamente en el juego democrático. No olvidar que para la derecha la democracia es sólo una opción táctica, fácilmente descartable. Por eso las fuerzas del cambio y la transformación social, ni hablar los sectores radicalmente reformistas o revolucionarios, tienen siempre que tener a mano “un plan B”, para enfrentar a las maniobras de la burguesía y el imperialismo que manejan a su antojo la institucionalidad y las normas del estado capitalista. Y esto supone la organización, movilización y educación política del vasto y heterogéneo conglomerado popular, cosa que el PT no hizo.

Conclusión: cuando se hable de la crisis de la democracia, una obviedad a esta altura de los acontecimientos, hay que señalar a los causantes de esta crisis. A la izquierda siempre se la acusó, con argumentos amañados, de no creer en la democracia. La evidencia histórica demuestra, en cambio, que quien ha cometido una serie de fríos asesinatos a la democracia, en todo el mundo, ha sido la derecha, que siempre se opondrá con todas la armas que estén a su alcance a cualquier proyecto encaminado a crear una buena sociedad y que no se arredrará si para lograrlo tiene que destruir un régimen democrático. Para los que tengan dudas allí están, en fechas recientes, los casos de Honduras, Paraguay, Brasil y, en Europa, Grecia. ¿Quién mató a la democracia en esos países? ¿Quiénes quieren matarla en Venezuela, Bolivia y Ecuador? ¿Quién la mató en Chile en 1973, en Brasil en 1964, en Indonesia y República Dominicana en 1965, en Argentina en 1966 y 1976, en Uruguay en 1973, en el Congo Belga en 1961, en Irán en 1953 y en Guatemala en 1954? La lista sería interminable.

Buenos Aires, 1° de septiembre de 2016

OPOFICIALISTAS OFISITORES

Leemos en NESTORNAUTAS



La “renovación” del peronismo (al decir de Morales Solá) pasaría por De La Sota (que ya era renovador, en 1988) Pichetto y Massa.

Pichetto y Massa se reúnen en el Congreso para “blindar” el presupuesto y armarlo desde ahí, como si Macri no pudiera vetar cualquier cosa que quieran hacer, por fuera de su programa.

También quisieron ponerle “techo” y límites a la deuda que podía contraer Macri, cuando bancaron el acuerdo con los buitres, y Macri se los pasó por las pelotas. El proyecto está cajoneado, y la deuda crece por minuto.

Quieren meter mano en el presupuesto para garantizar obras para las provincias, como si noestuviera pasando que las transferencias merman, las obras del Plan Belgrano no arrancan y las que estaban en marcha se paralizaron.

Piden que dejen a las provincias endeudarse más fácil, sin autorización previa de la Nación, o sea que su oposición al macrismo es hacer macrismo “fast track”.

A ver si todavía Macri descubre que a estos genios no los necesita, y si no le aprueban el presupuesto termina prorrogando el del año pasado, y listo (ver ley 24.156)

Mientras tanto, la CGT reunificada “estudia si hacer paro” y “estudia si pide o no reabrir lasparitarias”: nace la CGT estudiosa, parece.

Que no movilizó para pedir el rechazo al veto a la ley anti-despidos, ni en repudio a los tarifazos, ni se suma a la Marcha Federal, salvo la Corriente Federal de los Trabajadores: es que para poder estudiar bien, lo mejor es quedarse quietos.

Sus dirigentes compran el discurso del gobierno: como está bajando la inflación, el panorama cambió y no tendría sentido discutir la reapertura de las paritarias.

Los gobernadores e intendentes “ganadores” del PJ quieren “deskirchnerizarse”, y se reúnen para recordar a Cafiero, que ganó en el 87 luego de romper el partido e ir por afuera porque la burocracia del partido no le permitía ir por adentro.

Reconocen como “líder virtual” de los ganadores a Pichetto, que perdió siempre, en cada elección en la que fue candidato: la última para gobernador en Río Negro, por paliza.

Encabeza el grupo Insaurralde, que perdió en el 2013 en la provincia de Buenos Aires, por paliza.

Después de haber acordado la conducción del PJ se la están vaciando a Gioja y Scioli, por el pecado de haberse sacado una foto con Cristina en un caso, y no haber roto el bloque de diputados, en el otro

Con estos opositores ¿quien necesita oficialistas?